25 de diciembre de 2014 – La periodista Marta Platía escribe en Página 12 y realiza la cobertura del juicio que en Córdoba da cuenta de los cientos de crímenes cometidos durante la dictadura en el centro clandestino “La Perla”. En una reciente entrevista en “Despacito y por las piedras” narró la dimensión de ese proceso y el valor de los testimonios que han posibilitado la reconstrucción de hechos aberrantes e incluso hallazgos de restos humanos por parte del EAAF. Acerca de las falsas declaraciones montadas por represores como Ernesto Barreiro, considera que no se trata de un pacto entre él y Menéndez, sino de una especie de traspaso de mando: Menéndez está en prisión domiciliaria desde hace un año y medio, y el que manda en la cárcel es Barreiro. “No hay arrepentimiento, hay puro oportunismo político” -dijo- ante definiciones de candidatos de la derecha.
Hace años que Marta Platía trabaja sobre lo que fueron la represión y el terrorismo de Estado en Córdoba, por curiosidad personal pero también “por el hecho de tener amigos, conocidos y compañeros que forman parte de los treinta mil desaparecidos”. Buena parte de sus crónicas de juicios por delitos de lesa humanidad -desde 2.008- y el resto de su obra periodística puede encontrarse en su portal. Su conocimiento se potenció durante los últimos años gracias al impulso que, a las investigaciones y reconstrucciones académicas y periodísticas, han producido en Córdoba los juicios. De allí que Marta considere a materiales como el libro “La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración”, de Ana Mariani y Alejo Gómez Jacobo, como fuentes fundamentales inclusive para los procesos judiciales. Actualmente, Platía realiza la cobertura de las audiencias de la megacausa que da cuenta de los delitos contra la humanidad cometidos en ese centro clandestino, uno de los mayores del país en cuanto a estructura, operatividad y número total de víctimas.
El juicio lleva dos años de audiencias públicas, es el quinto que se celebra en Córdoba, y determina las responsabilidades de 54 represores contra 716 víctimas, entre personas asesinadas, desaparecidas y sobrevivientes. Suele convertirse en foco de atención mediática esporádicamente, y antes que por revelaciones fundamentales como la evidencia de la complicidad civil, la confirmación palpable de crímenes como las violaciones y los enterramientos efectuados de manera sistemática, o la aparición de restos humanos en las dependencias del predio de más de quince mil hectáreas y en sitios aledaños ocupados por los jerarcas genocidas; por las extorsivas, lesivas y circenses puestas en escena con las que los acusados intentan llamar la atención.
Por eso es que desde su profesionalismo y compromiso, Marta Platía -además de criticar la reciente explosión mediática del ex militar Ernesto “Nabo” Barreiro y considerarla una “apertura de paraguas” y una muestra de “oportunismo político, pensando en una futura amnistía, un futuro perdón”- contextualizó la terrible represión en Córdoba desde principios de los combativos años 70, con su fuerte impronta política, social y económica. También trazó el recorrido de la violencia dirigida contra los principales referentes gremiales, estudiantiles y políticos de la provincia a partir del golpe de Estado. Así llegó a la descripción de La Perla como un “campo de concentración pensado para la aniquilación, la tortura, la muerte y finalmente la desaparición”; y valoró la importancia vital de las y los testigos para reparar a través de la justicia, pero también por la amplitud de revelaciones que han generado y generan.
Entrevista con la periodista Marta Platía, “Despacito y por las piedras”, 20 de diciembre de 2.014.
Pacto entre ríos revueltos
Respecto a las falsas declaraciones que hace unas semanas realizó Barreiro, la periodista fue tajante y a la vez desnudó la estrategia de los represores con Luciano Benjamín Menéndez -que sigue ejerciendo el poder de la camarilla desde la prisión domiciliaria-, en tanto que el propio ex jefe de Inteligencia es quien manda desde la cárcel. Dijo Platía: “Lo que ocurrió con este torturador no es sorpresivo. Sabíamos que quería hablar, se moría por hablar, se moría por tomar el mando, él quería ser el jefe y ahora lo ha logrado. En el abrazo entre él y Menéndez hay un “yo me muero sin hablar, con las botas puestas; y ustedes hagan lo que tengan que hacer”. Y en esto vale entregar listas o lo que sea para que, si gana algún candidato de derecha, puedan, en el río revuelto, decir que colaboraron con la justicia y obtener algún tipo de reducción de penas o un indulto. No hay arrepentimiento. Hay puro oportunismo político. Menéndez evidencia el pacto. Dentro de la cárcel es él el jefe, Menéndez se va a morir sin decir una palabra y deja que estos hagan el juego que tengan que hacer”.
“Por La Perla pasaron 2.300 personas, las quemaban, las arrojaban a pozos, las desaparecían. El 21 de octubre el Equipo Argentino de Antropología Forense encontró restos óseos en unos hornos de cal de un estancia cercana adonde Menéndez pasaba los fines de semana. El día anterior el sitio había sido señalado por alguien de las Fuerzas que los represores saben quién es. Son datos muy importantes. El plan es adelantarse a los resultados de los análisis de ADN que podrían posibilitar identificaciones y decir -en el río revuelto de estos candidatos de derecha que dicen que vienen a acabar con el curro de los derechos humanos- “mire nosotros colaboramos, nosotros queremos la pacificación”. Es oportunismo puro, acá no hay arrepentimiento, de hecho Barreiro lo deja en claro al día siguiente de la explosión mediática al decir que en La Perla no mataron a nadie. Es una apertura de paraguas y también oportunismo político, pensando en una futura amnistía, en un futuro perdón”.
Un genocidio a la cordobesa
Para enmarcar la época del terrorismo de Estado en su provincia, la periodista definió a Córdoba como “un centro de rebeldía histórico, con la fuerza de la Universidad Nacional de Córdoba que proclamó la reforma en 1.918, y un polo industrial muy importante, por lo cual el movimiento entre estudiantes y obreros era muy fuerte”. Así, las organizaciones sindicales empezaron a ser perseguidas a partir de 1.969 con el “Cordobazo” y contra referentes como Agustín Tosco -“el gringo era un gran líder que la gente quería y respetaba”-, que estuvo preso en Trelew en 1.972 y murió en la clandestinidad. Su velorio fue “una masacre”.
Otro cordobés que estuvo en Trelew pero fue fusilado en agosto de ese año fue Mariano Pujadas. Posteriormente su familia fue asesinada por el “Comando Libertadores de América”, “una especie de Triple A a la cordobesa, que tenía tres patas: La Policía, el Ejército bajo mando de Luciano Benjamín Menéndez, y militares como Barreiro o Héctor Pedro Vergéz”. En 1974 comenzó la saña, Platía la definió como “terrorismo de Estado solapado”. Se hicieron habituales los secuestros, torturas y fusilamientos, los cuerpos arrojados y dinamitados en pozos. Se produjo el asesinato de Marcos Osatinsky y el ataque letal contra la familia Vaca Narvaja. Con el golpe de Estado “se agudizó la violencia, se endureció el régimen carcelario, y las palizas y fusilamientos se hicieron sistemáticos”.
Marta definió como “definitivos y enormes” los aportes que hasta el momento han brindado los 435 testigos del juicio. Se trata de “relatos corales, la misma muerte vista, escuchada o en boca de los propios torturadores, por distintas personas”. Gracias a ellos se pudieron reconstruir, entre cientos, la matanza de Herminia Falik de Vergara, joven madre que el 24 de diciembre de 1.976 fue ultimada por una patota de La Perla, “apurados para brindar con sus familias”; el robo del nieto de la Abuela de Plaza de Mayo, Sonia Torres, visto por un médico con y sin su madre, respectivamente en el centro clandestino y en la Casa Cuna; y los crímenes contra el ministro peronista Eduardo “Tero” Valverde y el estudiante de arquitectura Raúl Mateo Molina.
Fotografías: Gentileza de martaplatia.wordpres.com.