18 de julio 2015 – “No podía ser que él había estado hablando conmigo y ahora me decían que estaba muerto”, contó el sábado pasado Rosa Marín en “Despacito y por las piedras”. Su marido, Carlos Marín, fue asesinado en 2009 al ser retenido por un operativo policial en General Alvear, mientras desesperado hablaba por teléfono con su familia desde el camión con el cual trabajaba. “En diez minutos lo molieron”, denunció, y señaló el encubrimiento del resto de la institución y las dificultades para acceder a la justicia en el sur provincial. La visita de Rosa se dio en el marco de la nueva marcha realizada en Tribunales Provinciales contra la impunidad en hechos de violencia institucional, y el mural en homenaje a Leo Rodríguez, el joven asesinado en Godoy Cruz hace seis meses. El acompañamiento de “Madres en Lucha” y el próximo mural por Carlos.
El domingo 16 de agosto de 2009 el transportista Carlos Marín, de 54 años, ingresó en su camión Mercedes Benz cargado con gas butano al sur de General Alvear, por la ruta 143 a la altura de Centenario y fue retenido por la Policía Vial en un “operativo preventivo”, según dijeron tras su asesinato los medios locales. Lo rodeó un grupo de policías y comenzó una discusión porque Marín se rehusó a desviarse de ruta -dado que se quedaría sin combustible- ante un supuesto siniestro que jamás existió. “Todo sucedió en diez minutos”, dijo reiteradamente Rosa en la entrevista.
“Por favor, vengan que está lleno de milicos y no entiendo lo que está pasando”, avisó asustado el camionero por teléfono a su familia. Pocos instantes después, de nuevo: “apúrense que están desacatadísimos”. El celular quedó abierto. En diez minutos, Sonia -una de las hijas del matrimonio- llegó al lugar con su marido. Vio a su padre tirado sobre el asfalto, cerca del camión, y al tocarlo percibió que estaba muerto. Rosa explicó que “lo bajaron, lo golpearon y lo tiraron ahí”. Atónita, Sonia escuchó que la ambulancia ya había sido pedida por los uniformados pero, ante la demora, su marido llamó al Hospital de General Alvear y le dijeron que nadie había llamado. Los intentos de resucitación fueron infructuosos. A Rosa -totalmente shockeada- se lo comunicaron dos horas después: “no podía entender, no podía ser que hacía un rato había estado hablando conmigo y ahora me decían que estaba muerto”.
Amenazas, encubrimiento e impunidad
A partir de ahí se desplegó toda una batería de irregularidades y amenazas dirigidas directamente al encubrimiento. La familia estaba en conmoción: el cuerpo fue trasladado a San Rafael para la autopsia ya que en General Alvear no hay forense. Hasta allí fue el hijo del matrimonio y lo sacaron a golpes y patadas. “Es lo único que vas a tener a tu favor”, le dijo otro oficial al muchacho cuando se acercó hasta el puesto de Gendarmería a tomar fotos. Cuando Rosa y su familia prepararon el cuerpo para el sepelio notaron que tenía “los brazos escondidos, sólo sobresalían las manos, con las palmas muy expuestas hacia arriba”. Los brazos eran “todo moretones”. “En diez minutos lo molieron, murió de un edema agudo de pulmón, asesinado a golpes”, explicó.
En la investigación intervino la Comisaría 14 de General Alvear, por entonces al mando del subcomisario Fernando Trepicchio, que lideró la difusión de versiones contrarias a los hechos y replicadas por los medios locales, e intimidó a través de declaraciones a testigos y familiares de Marín, que comenzaron a organizar marchas para que se investigue y denunciando la necropsia que le practicaron. Rosa fue contundente: “para empezar, eran un cielo los ojos de mi marido y en la autopsia decía que eran pardos… ahí dijimos ¡listo, no leemos más!” El resto era una burda mentira, no estaban constatados ni sus tatuajes, ni una cicatriz de 32 puntos que tenía en la cabeza, ni los golpes que tenía en el rostro. “Ni lo han visto”, señaló Rosa.
Lo mismo sucedió con la presunta investigación: los nombres de los uniformados que salieron a la luz eran de personas que llegaron al lugar de los hechos después que Sonia. Las únicas explicaciones que recibieron es que Carlos se descompensó en la discusión. “Y ningún policía lo ayudó a bajar, no le dieron auxilio, si estaba descompuesto ¿cómo lo dejaron tirado en medio de la calle?”, sostuvo. Es evidente que la “investigación” solo aseguró la impunidad de los responsables, de la misma manera que después sucedería con asesinatos cometidos por personal de la Comisaría 14, como en los casos de Andrés Sosa y de Gabriel Franco. PONER LINK: http://www.nacionalmendoza.com.ar/?p=25353
Banderas en su corazón
A seis años del homicidio recién ahora se abre la posibilidad de un juicio. Los mayores obstáculos tienen que ver con el propio ámbito alvearense, donde es imposible conseguir que un abogado intervenga en hechos de violencia policial. Los mismos casos referidos anteriormente lo comprueban. “Es muy difícil vivir en Alvear”, enfatizó Rosa al explicar cómo fue trastornada la vida familiar tras el crimen, cuando ya el grupo comenzaba a arraigarse en el sur provincial, donde llegaron provenientes de Burzaco en 2003: su hijo menor debió mudarse a Río Gallegos “porque iba a terminar igual que el padre, lo estaban buscado” -los policías lo perseguían y le tiraban las motos encima- y ella con sus dos hijas eran amenazadas desde móviles policiales en la vereda de la casa.
“Me siento acompañada y a la vez me gusta acompañar”, dijo sobre el final de la entrevista Rosa, sumando siempre su compromiso, y repasó las jornadas por clamor de justicia y en memoria de Leo Rodríguez PONER LINK http://www.nacionalmendoza.com.ar/?p=42402, donde participó con Madres en Lucha y junto a su hija Sonia, su nieta, su bisnieto y su yerno, Cristian Pereyra, que pintó el mural en el Barrio Parque Sur. “El Pinino” ya ha pintado los murales en homenaje a otros jóvenes asesinados por la Policía de Mendoza, como los de Andrés Sosa y Sebastián Bordón PONER LINK http://www.nacionalmendoza.com.ar/?p=24855 , y seguramente realizará el de su suegro, el próximo 16 de agosto en la casa de Rosa, porque otros pintados anteriormente fueron borrados. Ese día, como desde hace seis años, ella embandera su casa pidiendo justicia y para que estas muertes no ocurran nunca más.