16 de julio de 2014 – La cercanía de Ángela Urondo Raboy con Mendoza y su historia reciente es entrañable. Está atravesada por el compromiso con la memoria y contra la impunidad del terrorismo de Estado, que la tuvo entre sus víctimas con tan solo 11 meses de edad. La reconstrucción que se hizo durante el segundo juicio por delitos de lesa humanidad permitió establecer responsabilidades respecto al operativo del 17 de junio de 1976, por el cual resultó asesinado su padre, Francisco Urondo, y desaparecida su madre, Alicia Cora Raboy. Ángela, que fue secuestrada con su mamá y conducida al D2 junto a otros hijos de víctimas, recupera incesantemente la historia personal y colectiva. De ello dio cuenta en la siguiente entrevista de Despacito y por las piedras, del 24 de mayo.
“Fui construyendo una vida flotante sin dejar de estar perdida. Fueron necesarias dos décadas para empezar a volver”. La frase pertenece a Ángela y hace poco fue plasmada en murales que en Guaymallén recuerdan vivamente lo que fue el operativo contra su familia, en el marco de la violenta represión sobre Montoneros durante la última dictadura. A partir de ella se puede dimensionar su “proceso de búsqueda”, el cual abre y comparte “para una reconstrucción colectiva de la memoria”.
La más reciente de esas inquietudes suyas decantó en Aparecida, proyecto documental que “aborda el tema de la desaparición haciendo eje en la vida de Alicia Raboy, para hablar de toda una generación de desaparecidos anónimos”. Dijo Ángela: “Desde mi experiencia me tocó tener un papá muy popular, con una voz muy alzada por todos; y una mamá anónima, el arquetipo del desaparecido anónimo tan representativo”.
Aparecida trasciende lo testimonial porque “los juicios en marcha y la posibilidad de canalizar las denuncias por la vía legal, permiten que las expresiones de los hijos no sean solo mecanismos de denuncia. Hoy la verdad queda asentada en nuestros testimonios públicos y en las sentencias que producen los juicios”. De allí su “condimento visual” y su “mucha interpretación poética”: “Al hablar de mi madre hablo de mí misma. Al reconstruir su identidad estoy también reconstruyendo la mía. Son capas sobre capas, las de la restitución de mi identidad”.
Ángela Urondo Raboy, Despacito y por las piedras, 24 de mayo de 2014.
Lugares donde poner la mirada
“Siempre fui una persona con una gran búsqueda expresiva” explicó Ángela, que entiende a la película sobre su madre, invisibilizada por la historia oficial, como un capítulo más de esa búsqueda donde han ido confluyendo el teatro, el dibujo, la escritura y ahora el audiovisual. Cada punto de ese recorrido ha sido resuelto en base a investigaciones que abordan, por ejemplo, la cotidianidad familiar y social en un contexto de genocidio, y como “lugares donde poner la mirada para ir más allá con el pensamiento”. Recientemente también se ha incorporado al staff de la revista La Granada como eventual cronista de lo que sucede en el megajuicio de Mendoza.
De allí que valoró, tras la jornada inaugural del debate, el recorrido que hizo del D2: “Yo había soñado con ese lugar toda la vida. Incluso había testimoniado mis sueños y mis recorridos visuales dentro de ese lugar, pero nunca los había podido cotejar. Encontré todos los lugares que recordaba y otras cosas vagas, como una oficina desde donde entraba luz. Encontrar esa habitación con una claraboya en el techo tiene su importancia”. Al igual que la devolución del D2, “como un símbolo vital, no ya de represión y muerte, para que podamos entrar a honrar a las personas que perdieron la vida, despedirnos de ellas y construir un futuro distinto”.
“En su momento hubo cosas que hablar porque no estaban siendo dichas: todo lo referido a los niños en centros clandestinos, al trato de los genocidas a los menores de edad, no solo de los chicos nacidos en cautiverio, sino que también de los chicos secuestrados con sus padres. Los sobrevivientes pensamos en las víctimas como las personas fallecidas. Ahora que la justicia empezó a actuar sobre estos crímenes irreparables sabemos que hay otras víctimas. En el D2 éramos al menos 5 o 6 chicos los que había cuando estuve yo, y hubo más, que rotaban”.
Camuflados en sociedad
Actualizada y seguidora de lo que sucede en Mendoza, Ángela se refirió a algunas coberturas periodísticas locales sobre el proceso de memoria, verdad y justicia, que denotan prácticas, metodologías y concepciones proclives a inclinar a la opinión pública en pos de los responsables civiles y militares.
De un artículo de opinión del diario UNO, en relación a la “sorpresa” por la imputación del integrante de “Los trovadores de Cuyo”, José Santos Chiófalo, junto a una quincena de otros oficiales de la Fuerza Aérea dijo: “Se hacen preguntas que nosotros nos hicimos durante mucho tiempo… Pero la respuesta no está en la inocencia, sino en la impunidad. Son los mismos Chiófalo, (Carlos) Rico y (Otilio) Romano de siempre, cuando estaban gozando de la libertad impunes. Eran los mismos genocidas cuando iban a tocar a una peña o cuando Romano dictaba una sentencia. Nunca dejaron de ser genocidas”.
Por último, fue consultada acerca de la posición de diario Los Andes, que durante los primeros dos meses de audiencias trabajó las coberturas con matices próximos a la teoría de los dos demonios, en particular cuando se trataba de las responsabilidades de los ex magistrados acusados. El aporte de Ángela fue contundente: “Tengo un asunto pendiente con ellos porque escribieron sobre mí y mi familia, y dijeron barbaridades. No sólo que reprodujeron el cable escrito por (Luciano Benjamín) Menéndez diciendo que habían atrapado a unos delincuentes subversivos, también hicieron una bajada de línea moral sobre la actitud de los supuestos subversivos respecto a sus hijos, diciendo que me usaban a mí como escudo. Esto fue para mí muy doloroso, muy triste. Como medio, Los Andes nunca se retractó, ni hizo fe de erratas, ni una disculpa pública. Esto basta como ejemplo para saber cuál es su línea editorial y cómo se manejan ante las distintas realidades”.