5 de abril de 2015 – Los “simplísimos esquemas reformulables” son la base para Los libros de la buena memoria de Mario Maure y su posterior edición en notas como la presente, en la cual traza los recorridos historiográficos, intelectuales y estéticos de escritoras y escritores latinoamericanos y desanda qué impronta tuvieron y tienen en sus culturas. En el Despacito y por las piedras del 28 de marzo profundizó en torno a la vida y obra del escritor y periodista Antonio Di Benedetto, “un innovador para quien la escritura era una forma de indagación”. Reflexiones acerca de sus libros, sus denuncias y la culpa con la que vivió sus años finales tras el encarcelamiento durante la última dictadura.
Punto de partida: se trata de nuestro primer escritor moderno de importancia, en la línea de lo que fueron Roberto Arlt o Juan Carlos Onetti. Cada una de sus obras es diferente -desde lo fantástico enMundo animal hasta lo onírico en Sombras, nada más…, pasando por el realismo de Zama– porque presenta problemáticas distintas y particulares modos de abordarlas. De allí que “las tramas filosóficas, políticas y estéticas de su escritura” estén profundamente entretejidas. A su vez, sí son comunes a lo largo de su narrativa, en cuentos y novelas, “las estructuras despojadas, la escritura escueta y los climas oníricos”.
La concepción que tiene Di Benedetto de la escritura hace que no esté expresando algo que pensó primero, sino que investiga, indaga con la escritura… no sabe adónde va llegar. Por eso cada una de sus obras tienen una forma distinta, cada problema es abordado y narrado de maneras distintas: microrrelatos de literatura fantástica; novela en forma de cuentos -con una estructura cuya invención le atribuyen a Cortázar, pero que el mendocino trabajó diez años antes-; luego un verosímil de novela histórica con Zama; con cuentos como Caballo en el salitral o El abandono y la pasividad inventó lo que en Francia se va a llamar relato o novela objetivista; con Los suicidas, indagó la novela policial. Borges lo invitó a la Biblioteca Nacional a dar una conferencia sobre literatura fantástica y premió sus obras al igual que Roa Bastos o García Márquez. Lo reconoció Sábato, lo aplaudió Martínez Estrada, en Europa Robbe Grillet le reconoció haber inventado la literatura objetivista. Pero acá no lo conocía nadie, era un “provinciano”.
Di Benedetto desenvolvió su escritura a través del periodismo, ya en los 40 y en los 50 hacía críticas de cultura y de cine para la prensa gráfica. A la par, su producción literaria también sobresalía, fundamentalmente a través de la publicación de Zama en 1956, cuya dedicatoria original -“a las víctimas de la espera”– se convertiría en una clave respecto al verdadero lugar de su obra y al hecho que veinte años después -su detención y aplicación de torturas por los represores locales de la última dictadura- marcaría su vida. Sin embargo su obra era desconocida en Mendoza y sigue a la espera del reconocimiento masivo. Pero sí fue contemporáneamente reconocida en Europa, con desarrollos en los que estaba plenamente en sintonía e incluso se adelantó con lo que narrativamente pasaba en otros lugares.
Sin embargo, todas las problemáticas que abordó, influido por el existencialismo, el psicoanálisis y el cine, lo hizo desde acá: un desierto con un paredón de piedra al Oeste, mil kilómetros de nada hasta Buenos Aires, un océano hasta los grandes centros radiantes de la Modernidad. Esto es lo que le hace decir a Rodolfo Braceli que Di Benedetto “cambió el metabolismo cultural argentino”. Su obra, que solo circulaba en ámbitos académicos, salta Buenos Aires y trasciende en Europa.
Mario Maure sobre Antonio Di Benedetto, “Los libros de la buena memoria”, “Despacito y por las piedras”, 28 de marzo de 2015.
Dudas confesables
Di Benedetto es un escritor filósofo. La mayoría de sus relatos son como una cinta de Möebius: uno empieza a leer, por ejemplo, algo muy realista y esa misma escritura lo va llevando a un clima onírico, a algo fantástico para traerlo de nuevo a algo realista. Esto tiene que ver con su concepción de lo que llamamos realidad o mundo objetivo: hay fronteras porosas y móviles entre “realidad” y “ficción”. Y a veces, sugiere que la “realidad”-acaso por lo que le tocó vivir- es un relato, una ficción absurda.
Por eso sus temas son el estatuto de la realidad, la escisión del sujeto, la incomunicación, la administración y control de la vida por la técnica. E inexorablemente ligado a esto, la muerte de Dios, el Absurdo, el vacío, el Otro. En plena crisis del humanismo, él, en su escritura, siempre pregunta por el Otro. Y por sobre todas las cosas, indaga sobre la Ciclicidad, que tiene que ver con la pulsión de muerte.
Respecto a sus posiciones políticas era antiperonista como la mayoría de los intelectuales de la época pero ya hacia los 60´ tomó una fuerte postura latinoamericanista y federalista. Y en sus textos está siempre la preocupación por un humanismo en crisis, por la convivencia social.
El violento oficio
Existen paralelismos y zonas de contacto de Di Benedetto con ese otro gran escritor y periodista de la segunda mitad del siglo pasado que fue Rodolfo Walsh. 1956, año en el que el mendocino publicó Zama, fue el de los fusilamientos de la “Revolución Libertadora” en José León Suárez contra militantes de la resistencia peronista. Walsh, por entonces un sólido y analítico escritor de policiales, fue testigo indirecto desde La Plata de esos hechos que trastocaron para siempre su relación y posicionamientos frente a la realidad, la literatura, el periodismo y la política. Al año siguiente publica Operación Masacre y se convierte en el pionero a nivel mundial del non fiction. Luego trastoca y revoluciona para siempre el periodismo y la literatura argentinas, además de subvertir la relación entre intelectual y compromiso político.
En tanto, el mendocino escribe obras como El silenciero y Los suicidas y despliega una extraordinaria labor periodística en Los Andes, diario del cual era director a la fecha del golpe de Estado. El mismo 24 de marzo de 1976 Di Benedetto fue detenido en la redacción de Los Andes y trasladado por distintas mazmorras hasta el 26 de agosto de 1977. Diversas investigaciones -entre ellas el libro Antonio Di Benedetto, periodista de Natalia Gelós– revelan que con la anuencia del directorio del diario, las autoridades militares decidieron su secuestro, tortura y detención por las denuncias públicas que hacía de los cada vez más arbitrarios, masivos, cotidianos y violentos operativos perpetrados por los grupos de tareas. Exactamente un año después Rodolfo Walsh escribía su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar y al día siguiente era asesinado y su cuerpo desaparecido por una patota de la ESMA, mientras que disfrazado como una vieja distribuía copias de su enorme denuncia.
Por eso, para el profesor Maure, “entre ellos dos hay algo desde donde discutir el realismo. En los años 50 y 60 la polémica literaria era cómo escribir y aproximarse mejor a la realidad y Di Benedetto, desde su concepción filosófica, discute el estatuto de la realidad. Para él en muchos casos, ficción y realidad son lo mismo. Así, en Zama como en El silenciero y Los suicidas hay mucho de autobiográfico y profético. Cada vez que reeditaba añadía elementos de la actualidad para mantener permeables en el texto las fronteras entre lo ficticio y lo real. En definitiva, en tanto admirador y difusor de Camus, Ionesco y Beckett, para él la realidad es una narración absurda. Cuando uno escribe, escribe su propia historia, lo que es, ha sido y será”.
Defecciones, nada más
Di Benedetto pasó por el Liceo Militar General Espejo, la Penitenciaría de Mendoza y la Unidad 9 de la Plata. En todos esos tramos fue humillado y torturado, padeció aislamientos que lo volvieron taciturno y sufrió la incertidumbre acerca de cuáles habían sido los “motivos” de su detención. Como a miles de personas, nunca se los comunicaron oficialmente, más allá de considerárselos “subversivos”. Son decenas los testimonios a lo largo de los tres juicios por delitos de lesa humanidad en Mendoza que han dado cuenta de la intención que tuvieron “los indistinguibles” -los militares- de “quebrarlo hasta deshumanizarlo”: desde la rotura sistemática de sus anteojos hasta la prohibición de escribir, pasando por el violento traslado aéreo de septiembre del 76 cuando fue víctima de la saña de los represores.
En el más reciente de estos testimonios, el periodista Alberto Atienza explicitó, entre varias complicidades, que días antes de la detención de Di Benedetto, Enrique Coll, otro colega de Los Andes, hacía sentir que el escritor “no volvía más”. En diversas entrevistas que dio luego de su exilio,Di Benedetto habló del sentimiento de culpa que las dudas sobre su detención le significaban, al punto de procurar una “ley del olvido”; y de las “defecciones” de gran parte del periodismo respecto a los crímenes cometidos: las consecuencias del silenciamiento y la cobardía serían la decadencia de los nombres de aquellos periodistas y la decadencia del periodismo en sí. En Sombras, nada más…, su última novela, víctima del entrecruzamiento de esos intereses y acuciado por la angustia, denunció cómo funciona en realidad un medio de comunicación y la nula independencia de la que se jactan.